Ser pobres es estar desesperados por obtener más
Ser pobres en espíritu significa no estar satisfechos con nuestra condición. No debemos pensar que “ya lo logramos, ya obtuvimos todo lo que necesitábamos obtener del Señor”. Como vimos en los versículos anteriores, incluso el apóstol Pablo, quien conocía al Señor en gran medida, no consideró que él mismo ya lo había asido. Pablo siempre fue en pos de Cristo, añorando saber más de Él.
Vemos lo contrario de esto en la iglesia en Laodicea. En Apocalipsis 3:14-22 el Señor Jesús los reprende:
Los laodiceos pensaban que eran ricos espiritualmente y no tenían necesidad de nada. Sin embargo, ante los ojos del Señor su condición era lamentable. Debido a que pensaban que lo tenían todo, dejaron de acudir al Señor. Dejaron de buscarlo y estaban satisfechos con lo que tenían y como resultado, se volvieron tibios. Puede ser que no hayan sido pecaminosos, pero el Señor no estaba contento. Es por eso que les dijo: “sé, pues, celoso, y arrepiéntete” (v. 19).
¡Qué seamos guardados de ser tibios! En lugar de esto, sigamos el modelo del apóstol Pablo, quien nunca estuvo satisfecho y buscó cada día obtener nuevas experiencias de Cristo en su espíritu. Podemos orar: “ Señor guárdame de llegar a ser tibio. Dame un espíritu que busque ir en pos de Ti cada día. ¡No permitas que esté conforme con lo que tengo!”
Ser pobres es estar hambrientos espiritualmente
Ser pobres es estar hambrientos espiritualmente. En Lucas 1:53, María la madre de Jesús dijo: “A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos despidió vacíos”. Si deseamos los “bienes” es necesario que estemos hambrientos. No obstante, si venimos al Señor llenos o “ricos”, Él no nos dará nada.
En Mateo 13, el Señor Jesús citó una porción impresionante del Antiguo Testamento y la aplicó a muchas de las personas que lo escucharon:
“De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos han oído pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y Yo los sane” (vs. 14-15).
Esto nos muestra un gran peligro. Podemos llegar a estar “llenos” espiritualmente a tal punto que ya no tengamos “apetito” o cualquier habilidad de recibir lo que Jesús nos esté hablando. Incluso, podemos escuchar Sus palabras y no “escuchar”, “ver”, o “entenderlas” realmente. Tenemos un corazón que se ha “engrosado”. Pensar que ya sabemos las cosas nos impide oír, ver, percibir lo que el Señor Jesús verdaderamente nos hablará en cualquier momento.
Por ejemplo, cuando venimos a la Palabra de Dios con el pensamiento de que ya sabemos lo que dice, ¿de qué manera el Señor puede hablarnos algo fresco de Su Palabra? Lo más probable es que conocemos las letras en blanco y negro de la Palabra, pero ¿qué es lo qué el Señor nos habla en esta Palabra? No escuchamos, vemos o percibimos, de modo que debemos orar: “Señor Jesús, sálvame; no permitas que mi corazón se engrose. No permitas que piense que ya lo sé y pierda Tu presencia ¡Dame hambre por Tu Palabra y por Tu hablar fresco!
Ser pobres es ser como un niño pequeño
Ser pobres en espíritu es también ser como un niño pequeño. Los niños pequeños son sencillos y no pueden hacer nada por sí solos. Cuando somos pobres en espíritu, reconocemos que no tenemos nada, no sabemos nada y no podemos hacer nada. Cuando venimos al Señor Jesús y a Su Palabra, no venimos con nuestro intelecto brillante, nuestra espiritualidad elevada o habilidad excelente. En lugar de eso, venimos abiertos a Él, reconociendo que lo necesitamos y listos para recibir Su hablar y suministro.
En Mateo 11, el Señor Jesus predicó el evangelio en las ciudades de Corazín, Betsaida y Capernaum, no obstante, lo rechazaron. Luego en los versículos 25-26 Él dijo: “Te enaltezco, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó”.
Estos versículos muestran que el Padre esconde cosas de algunos. Ya sea que el Padre nos revele o esconda cosas depende del tipo de persona que seamos. Si nos consideramos “los sabios y entendidos”, es posible que leamos la Biblia sin realmente ver algo. Pero si acudimos a la Palabra como “niños” reconociendo que en nosotros mismos no somos nada, el Padre nos bendecirá y revelará cosas en Su Palabra. Podemos orar: “Padre, hazme el tipo de persona al cual deseas revelarle cosas en Tu Palabra. Nunca permitas que me considere “sabio y entendido”. Señor, muéstrame mi verdadera condición para que pueda venir a Tu Palabra pobre en espíritu”.
Porque de ellos es el reino de los cielos
Este reino de los cielos se menciona como una recompensa para aquellos quienes son pobres en espíritu. ¿Qué significa esto? ¿Acaso está refiriéndose al futuro? Si somos pobres en espíritu, ¿tenemos que esperar toda nuestra vida para disfrutar la recompensa?
El reino de los cielos no es algo que tengamos que disfrutar algún día. Más bien, ¡esta bendición es para que la disfrutemos hoy! Este versículo no dice: “Porque de ellos será el reino de los cielos”. sino que dice: “Porque de ellos es el reino de los cielos”. Al acudir al Señor Jesús y a Su Palabra pobres en espíritu, seremos bienaventurados, ¡pues podremos participar hoy del reino de los cielos!
Una manera maravillosa de responder a un versículo como Mateo 5:3 es orar las palabras de este versículo al Señor y pedirle que lleve a cabo esta palabra en nosotros. Si le pedimos al Señor que nos haga pobres en espíritu de forma genuina, ¡ciertamente llevar a cabo esto en nosotros será un placer para Él!
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