Analicemos ahora la situación de los discípulos en el mar de Galilea.( Mateo 14:22-27) ; Estaban en alta mar, era ya tarde en la noche y el cielo se oscureció completamente. El texto bíblico dice que ellos estaban “cubiertos por las olas”, aparentemente sin salida, cuando Jesús apareció para socorrerlos en la cuarta vigilia de la noche.
Los judíos en aquel tiempo dividían la noche en cuatro vigilias. De las 6.00 a las 9.00, la primera vigilia; de las a las 12.00, la segunda vigilia; de las 12.00 a las 3.00, la tercera vigilia; y de las 3.00 a las 6.00, la cuarta vigilia. ¿Qué hora piensas que era cuando apareció Jesús? Debe haber sido más o menos las 5.00 de la mañana, ¿sabes por qué? Porque el momento más oscuro de la noche es pocos minutos antes de la salida del sol. Por otro lado, aquellos discípulos eran hombres de mar, expertos pescadores. No se asustaban por una simple tormenta. Imagino que a las de la noche, cuando la tormenta comenzó, ellos no se amedrentaron. El agua entraba en la embarcación pero ellos la sacaban inmediatamente. No obstante las horas pasaban y la tormenta no cedía. A la medianoche, la situación se ponía seria, pero aún tenían el control de las cosas. Sin embargo, el tiempo seguía pasando, 2, 3, 4 de la mañana. ¿Sabes? Tú puedes resistir las dificultades de la vida hoy y mañana. Puedes enfrentarlas con vigor por un año o dos, pero si eres un ser humano normal, llegarás a experimentar momentos de desánimo y debilidad. Eso fue lo que sucedió con los discípulos. En la cuarta vigilia, en el momento más oscuro de la noche, sin más fuerzas para luchar, cansados, extenuados y después de haber pasado la noche entera sin dormir, se entregaron a las circunstancias. En medio de aquella tormenta no se veía la luz, no había salida y, precisamente ahí fue cuando apareció Jesús.
El siempre aparece en la cuarta vigilia de nuestras vidas. Por lo tanto, si estás viviendo uno de aquellos momentos en que parece que ya no hay más fuerzas, si ya has hecho todo para salvar tu matrimonio o sacar a tus hijos de la triste situación en la que se encuentran, si ves la ola de deudas cubriendo la empresa por la cual luchaste toda tu vida, y estás aparentemente sin salida; alégrate amigo, porque Jesús está por aparecer en cualquier momento. El siempre aparece en el momento más oscuro.
Pero, ¿por qué?, ¿por qué permite que yo llegue al límite de mis fuerzas? Porque cuando tengo fuerzas generalmente no le doy lugar a Jesús y prefiero luchar solo. ¿Para qué recurrir a Jesús si existen las compañías financieras? ¿Para qué ir a Jesús si aún tengo salud y vida? ¿Pero qué hacer cuando todas esas puertas se cierran? ¿Qué hacer cuando la tormenta dura toda la noche y comienzo a sentir miedo? Es solamente en la fragilidad total del ser humano cuando Jesús puede obrar.
Las cosas funcionan del mismo modo en la vida espiritual. A veces queremos ser victoriosos confiando en nuestras propias fuerzas. Luchamos en base a nuestra moralidad y disciplina propia. Prometemos, decidimos, y nuestras promesas no pasan de ser castillos de arena que se derrumban al primer soplo. Los años pasan y un día llega el desánimo. Podemos fingir, aparentar, simular, pero no podemos huir ni de Dios ni de nosotros mismos, y allí caemos arrodillados y clamamos: “Señor, hazlo tú por mí, porque yo no tengo más fuerzas para luchar solo”. En aquel momento, en la cuarta vigilia, cuando pensamos que nunca lo conseguiremos, Jesús completa la obra de salvación que un día inició en nuestras vidas.
El apóstol Pablo ilustra de manera dramática la lucha espiritual del ser humano. “Crucifica al viejo hombre”, aconseja. Muy bien, toma un martillo y clavos y trata de crucificarte solo. Podrás clavar tus pies y tal vez una de tus manos, ¿pero como clavas la mano que queda? Podrás pasar toda la vida intentándolo y nunca lo conseguirás, y en la cuarta vigilia de tu vida, si pides ayuda, Jesús aparecerá y terminará la obra.
En otra ocasión, Pablo ilustró la lucha del cristiano diciendo que debemos ser “sepultados”. Pues bien, intenta sepultarte a ti mismo. Una y otra vez, a lo largo de toda la vida, intentarás hacerlo y no lo conseguirás, pero si estás cansado de luchar solo, clama a Jesús, él vendrá y hará lo que tú nunca fuiste capaz de hacer por tus propias fuerzas.
Espero que cuando Jesús aparezca tú estés preparado para recibirlo, porque los discípulos no lo estaban. Jesús venía a salvarlos y ellos gritaron asustados: “Es un fantasma”. No sé cómo esperaban ellos que Jesús apareciese en sus vidas, lo que sí sé es que nunca imaginaron que Jesús llegaría caminando sobre el agua. Sólo que Jesús no aparece como nosotros creemos que debe aparecer, sino como él, en su sabiduría sabe que debe hacerlo. Tal vez nunca entenderemos sus planes pero podemos saber que lo que él hace es para bien de sus hijos.
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