El dominio de la lengua
¿No es fácil hablar con muchas palabras? Puede que alguien involucre un desacuerdo o una queja. Las buenas Palabras salidas de nuestra boca, nos libra de vomitar lo que está detrás de nuestros dientes listos como lava caliente en nuestras lenguas. Es difícil contener esas palabras, pero Dios quiere que hablemos palabras llenas de paciencia y amor. Palabras que bendicen Su nombre, le glorifican y que edifican a otros.
En Santiago 3, el siervo de Dios recuerda a las 12 tribus – y a nosotros - del poder de la lengua. Cada tipo de bestia y pájaro, reptil y criatura marina, puede ser domesticado y domesticado por la humanidad, pero ningún ser humano puede domar la lengua. (Santiago 3.3-12)
Entonces, ¿nos ha dado Dios una tarea sin esperanza? No. Él nos ha dado poder a través de Jesucristo para fortalecernos. Él ha provisto al Espíritu Santo para guiarnos y convencernos cuando vomitamos agresiones verbales o denigramos a otros.
Dios incluso nos ha dado Su Palabra para guardarla en nuestros corazones para que no pequemos contra Él (Salmo 119.11). A medida que buscamos domar nuestras lenguas, también Dios nos deja cultivar nuestros corazones por medio de Su Palabra.
Si deseamos que Jesús hable a nuestros corazones, necesitamos estar preparados cuando Él habla. Que devolvamos a Dios la alabanza con el fruto de nuestros labios. Que nuestras almas rebosen de abundancia de sabiduría, gozo y amor.
Lucas 6.43-45
No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
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