El cristiano debe, no solo tener autoridad, sino ejercerla. No basta solamente con invocar el nombre de Jesucristo, es necesario tener esa autoridad (Mateo 28:18-20). Por ese motivo es importante que hagamos una auto evaluación en dos direcciones: la primera, respecto de cómo va nuestra vida espiritual, y la segunda, si estamos ejerciendo la autoridad de Cristo en todo nuestro andar diario, sabiendo que Satanás –nuestro adversario— está detrás de provocar nuestra caída y revés espiritual.
Marcos 10: 46-52 46. Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. 47. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 48. Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! 49. Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. 50. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. 51. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. 52. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino. En este gran relato un ciego creyente y sabedor que El Mesías habría de venir reconoce públicamente, que Jesús era El Mesías, proclama su descendencia
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